8 de junio
Beato Nicolás de Gésturi (1882-1958)
Textos de L'Osservatore Romano
Capuchino,
hermano profeso laico. Antes de entrar en religión trabajaba en el campo. De
fraile ejerció diversos oficios; durante muchos años fue limosnero por las
calles de Cagliari. Se caracterizó por el silencio, la vida de oración y
contemplación, el celo por las almas y la caridad hacia los necesitados, pobres
y enfermos.
Juan Medda, en
religión «Fray Nicolás», nació en Gésturi, provincia de Cagliari y
archidiócesis de Oristano (Italia), el 5 de agosto de 1882, en una familia de
humilde condición social, muy honrada y religiosa. Fue bautizado al día
siguiente de nacer en la iglesia parroquial de Santa Teresa de Avila. El 2 de
junio de 1886 recibió el sacramento de la confirmación. Muy pronto quedó huérfano
de padre y madre. Fue acogido en casa de su hermana mayor, ya casada. Después
de concluir los estudios primarios, comenzó a trabajar en el campo. Recibió la
primera comunión el 18 de diciembre de 1896.
Desde muy joven
sintió que tenía vocación religiosa, pero la pobreza le impidió seguirla. La
curación de una dolorosa enfermedad reumática fue la ocasión para poder hacer
realidad ese sueño. En 1911, a los 29 años, a impulsos del párroco de Gésturi,
entró como terciario oblato en el convento capuchino de San Antonio de
Cagliari. El 30 de octubre de 1913 vistió el hábito y tomó el nombre de fray
Nicolás. Terminado el año de noviciado, emitió la primera profesión el 1 de
noviembre de 1914, y el 16 de febrero de 1919 hizo la profesión solemne.
Sus diez primeros
años de vida religiosa los pasó en distintos conventos de Cerdeña, en los que
desempeñó principalmente el oficio de cocinero. En 1924 fue trasladado a
Cagliari, donde permaneció 34 años, cumpliendo el oficio de «limosnero».
Muchísimos, al encontrarse con él, le hacían confidencias, le pedían consejo y
oraciones para conseguir favores espirituales o materiales; nació así la
costumbre de llamarlo junto al lecho de los enfermos, tanto en casa como en los
hospitales.
Sucedieron
curaciones extraordinarias, que mostraban la mano de Dios a través del pobre
hermano. Se extendió rápidamente su fama de santidad y su poder taumatúrgico.
Su vida constituía para todos una llamada a la conversión, a la oración, al
amor y al servicio del Señor y de los hermanos.
Fray Nicolás se
caracterizó por el silencio, la fidelidad inquebrantable, la piedad, el celo
por las almas y la caridad hacia los necesitados que encontraba en su
itinerario diario al pedir la limosna.
Supo afrontar
todas las dificultades con admirable paciencia y caridad, actuando con
rectitud, valor y perseverancia. El eje fundamental de su personalidad moral y
espiritual era su profundo espíritu de oración, que se manifestaba en su
actitud contemplativa habitual, incluso en medio de las ocupaciones diarias. En
su comportamiento se reflejaba la presencia de Dios y una constante unión con
el Señor. Cada uno de sus actos y palabras se transformaba en oración ardiente
y continua.
Murió el 8 de
junio de 1958, a los 76 años de edad, tras varios días de enfermedad. Con
ocasión de su muerte aumentó la fama de santidad que por decenios lo había
acompañado. Lo beatificó Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.
[L'Osservatore
Romano, edición semanal en lengua española, del 1-X-1999]
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De la
homilía de Juan Pablo II en la misa de beatificación (3-X-1999)
«La piedra que
desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular» (Mt 21,42). Estas
palabras, que Jesús en el evangelio se aplicaba a sí mismo, recuerdan el
misterio del abajamiento y de la humillación del Hijo de Dios, fuente de
nuestra salvación. Y el pensamiento se dirige, naturalmente, al beato Nicolás
de Gésturi, capuchino, que encarnó de modo singular en su existencia esta
misteriosa realidad. Hombre de silencio, irradiaba a su alrededor un halo de
espiritualidad y de fuerte evocación del Absoluto. Llamado por la gente con el
afectuoso apelativo de «fray silencio», Nicolás de Gésturi se presentaba con
una actitud que era más elocuente que las palabras: renunciando a lo superfluo
y buscando lo esencial, no se distraía con las cosas inútiles o dañosas, pues
quería ser testigo de la presencia del Verbo encarnado al lado de cada hombre.
En un mundo muchas
veces saturado de palabras y pobre de valores hacen falta hombres y mujeres
que, como el beato Nicolás de Gésturi, subrayen la urgencia de recuperar la
capacidad del silencio y de la escucha, para que toda la vida se convierta en
un «cántico» de alabanza a Dios y de servicio a los hermanos.
[L'Osservatore
Romano, edición semanal en lengua española, del 8-X-1999]
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Del
discurso de Juan Pablo II a los peregrinos que fueron a Roma para la
beatificación (4-X-1999)
Nicolás de Gésturi
fue humilde limosnero por las calles de Cagliari y, con su vida silenciosa, se
transformó en un mensaje elocuente del amor misericordioso de Dios.
De religioso que
«buscaba» limosnas para las necesidades del convento se convirtió en hermano
«buscado» por muchas personas. Siguió de cerca el ejemplo de san Francisco, el
cual, más con el ejemplo que con las palabras, solía invitar a todos a recorrer
el camino del bien (cf. 2 Celano 207), y deseaba que sus frailes hicieran lo
mismo (cf. Leyenda de Perusa 20). Ojalá que sus devotos y cuantos forman parte
de su familia religiosa atesoren la enseñanza que nos ha transmitido con el
testimonio de su vida.
[L'Osservatore
Romano, edición semanal en lengua española, del 8-X-1999]
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